PARTO – Y la voz salió de cuajo
Yo la empujaba desde atrás
Los del voice craft lo hicieron antes
Funcionaba
La empujaba firme
despiadada
por la espalda
Tú
desearás que mi culo toque la pared de detrás
Yo
desearé que beses la pared de delante
(era para poder reírnos juntos
para llevar de la mano a la timidez)
Dos cuerpos al borde de la batalla
Tiene algo de íntimo tocarse
Tiene algo de salvaje
empujarse como si no hubiera un mañana
Si lo veía claro jugábamos hasta el final
Jugar siempre es eso
Ir en serio
A muerte
Nos arrancábamos del suelo
a base de músculos y gravedad
Yo la empujaba por detrás
De repente su voz salió de cuajo
Un torrente
Una columna de aire consistente
Ese dióxido sabía dónde iba
Las manos en el sol
Los pies en los riscos de Famara
La mezcla perfecta
sus agudos sus graves sus medios
Esa no-presión
Lo fácil
Eso fue lo que nos desbordó
A los músculos les dio bastante igual
Sin esfuerzo
Sin drama
Sin más
Nos miramos
Sonreímos
Es indescriptible
Esto hay que vivirlo
Vaya que sí
Flipamos juntas
Comentamos la jugada
Desde aquel día lo tengo claro
De mayor quiero ser comadrona
Cómo mola esto de los partos
del libro SATÉLITES
¿Por qué “Parto”?
Lo sentí por primera vez en la Riera Matamoros de Badalona. Allí comencé las sesiones individuales de voz. Una alumna venía con la necesidad de sacar más voz de la que sentía fuera. Es un deseo muy común. Creo que cuando pasa esto es porque la persona sabe exactamente cuán grande es su voz. Por eso buscan ayuda fuera, una buena compañía para el parto de su propio canto.
Pero, talmente como en los partos, nadie puede “nacer” a una criatura. Tú puedes ayudarla. Empujar. Rajar a la pobre madre en canal. Hacerle masajes. Pincharle oxitocina. Relajarla. Hasta dejarla cantar en cuclillas las nanas que le susurraba su madre de pequeña. Pero, en definitiva, quien nace es la criatura que esa mujer lleva dentro. No es un tema de técnica. Es un tema de especie. La vida y sus quehaceres.
De la misma forma, la voz que hay es la que hay. Intuyo que en muchas ocasiones hay más de la que parece haber. Pero lo que yo intuya importa bien poco. Lo realmente valioso es lo que cada uno intuye sobre su propia voz. Y eso, la gente, lo nota. Igual que una no puede estar embarazada de ocho meses y ponerse una talla 38 de pantalón. Cuando la voz es grande, pero no sale fuera, se nota dentro. ¡Y eso es maravilloso! De las mejores cosas que nos pueden pasar.
Lo que me fascina es que la voz va sola. Tal cual pasa en los partos, si estresas a la madre puedes poner en riesgo al bebé. En cambio, si vas a favor de obra, puedes ayudar a que llegue una nueva vida. Pero tú no “haces la vida”. Tú la acompañas. La sostienes. La alientas. La limpias, si hace falta. La alimentas. Ella sabe lo que hay que hacer, por instinto, por programación. Su adn la lleva.
Cada voz tiene su adn. Como toda semilla, contiene ya la información del árbol completo. Sabe cuál es el camino para que el alma de su persona encuentre la ventana, y salga a dar una vuelta. Una buena doula, siento que es la que permite que esa voz crezca, independientemente de su acierto o su error artístico.
Cuando un alumno viene y me dice: “es que quiero cantar más fuerte” algo dentro de mí salta de alegría. No porque me guste que la gente grite (que a veces, también) sino porque esa persona siente, sin ninguna duda, que su voz puede ser más grande de lo que es. Si no, difícilmente buscaría sacar algo que no siente que está dentro.
Y no solamente lo siente. Se ha atrevido a decírselo. A ponerle palabras. A pasarlo de un acto inconsciente a uno consciente.
Y no solamente se lo dice. Sino que busca un buen lugar fuera de sí mismo donde cultivar su semilla
¿No es flipante?
Esta alumna en cuestión era delgadita. La recuerdo fibrada, de complexión fuerte pero ligera.
Como buena alumna, siempre me gustó utilizar técnicas que aprendí de las grandes maestras. Desde aquí, mi agradecimiento a la gran Helen Rowson y todo lo que recibí y sigo recibiendo de ella. Tal como aprendí en su curso, invité a la alumna a cantar mientras yo la empujaba desde atrás.
Y pasó. Tal cual dice el poema.
Y flipé, como si fuera espectadora de algo con lo que no tenía absolutamente nada que ver.
Me encantó sorprenderme. Qué descanso, cuando eso pasa. Una hace lo que sabe hacer, y la vida, como siempre, va mucho más allá de lo que una sabe ¡Menos mal!
No sé si la alumna del poema seguirá cantando (cómo me gustaría recordar su nombre). Pero creo que, como yo, algo recordará de aquel momento. Una no olvida cuando su cuerpo se ensancha y su alma es todo lo grande que es. Y en la música, pues también.
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